— BILBAO 2024 —
Testigo de excepción de los campeones de Copa 2024.
Este viaje que empecé hace ya unos cuantos años, me termina regalando situaciones en las que jamás soñé estar. Hoy que es el día de descomprensión de toda esta locura, miro atrás y aun no me lo creo.
Hoy es un lunes normal… Estoy terminando el trimestre para Hacienda, mandando emails a unos clientes, un par de presupuestos… Exactamente así estaba hace dos lunes. En esta misma posición, en este mismo sitio. Solo hace dos semanas, pero la verdad es que me parece algo lejanísimo en el tiempo. Recuerdo mirar de refilón algunas veces el móvil. Ya me habían dicho que ir acreditado a la final de copa estaba casi imposible… Pero eso. CASI.
Intento tener siempre los pies en la tierra y tenía más que aceptado que el proyecto que tenía en la cabeza iba a ser inviable. La noche del 28 de Febrero, con el Athletic ya clasificado para la final, me di cuenta de que podíamos estar ante algo histórico. Desde hacía días palpaba en la calle que el desplazamiento a Sevilla podría ser masivo y que si por fin se ganaba… La ciudad iba a explotar. Soy aficionado del Athletic. De hecho, he sido jugador del Athletic, pero decidí afrontar este reto desde una perspectiva fotográfica o, al menos, de la perspectiva más fotográfica que mis sentimientos y emociones me permitieran conseguir. Sin muchas esperanzas de conseguir una acreditación que me permitiera cubrir el partido y completar así el proyecto, empecé por hacer lo que sí estaba en mi mano.
documentar la ciudad
Abordé el proyecto documentando cómo estaba la ciudad antes de la celebración de la copa. He de reconocer que es la final con menos «hype» en cuanto a banderas y decoración de todas las que he vivido, en claro contraste con la ilusión que se palpaba en cada conversación que escuchabas en tu vida cotidiana. En el bar, en la carnicería, en el super… Todo el mundo tenía ese brillito de «tiene que ser esta», pero, quizá por el hecho de haber perdido tantas finales, esa esperanza no se traducía en las fachadas.
Y así pasé casi un mes… Ocupándome a ratitos del proyecto, midiendo mucho los esfuerzos para no interferir con el trabajo que sí que me pone comida en el plato todos los meses. Esperanzado… pero poco. Actualizando casi con vergüenza el Whatsapp para ver si había noticias de la acreditación. A menos de una semana para la final, si no había noticias en los próximos dos días, el proyecto sufriría un recorte drástico.
Y, como casi todo en esta vida, cuando no estás pendiente de una cosa, la emoción aporrea tu puerta. bueno, en este caso, tu teléfono. «David, tenemos acreditación».
Y, de repente, las prisas
Los que me conocéis sabéis que soy una persona muy cuadriculada. Me gusta tener un plan A, un B y si puedo un X, un Y y un Z. Reconozco que mis esperanzas eran tan bajitas con esto, que no tenía previsto nada. Ni viaje, ni hospedaje… Y, claro, a tan poquitos días de la final, los precios eran prohibitivos. Por suerte, si algo tiene bueno esta profesión es que tus compañeros no son solo compañeros: Son excelentes personas a las que llamar amigos. Tanto Ignacio Izquierdo como Raúl Díaz se portaron de lujo conmigo y me facilitaron infinitamente las cosas en Madrid y en Sevilla. Con su imprescindible ayuda, el proyecto seguía adelante. Podría documentar la ciudad previa a la final, hacer la previa en Sevilla, el partido en el campo y, quién sabe, una hipotética celebración.
descubriendo el ave
El plan era ir a Madrid en coche y, desde allí, coger un AVE que me dejara en Sevilla en unas horas. Tengo que reconocer que disfruté del viaje muchísimo. Salvo entrar en Madrid con un coche, que siempre me parece que me sobra bastante. Cené Ramen con mi amigo Ignacio despues de un tapeo y a la mañana siguiente me encaminé a Atocha para coger por primera vez en mi vida un AVE… Y oiga… Comprar los billetes es una tortura, pero tengo que reconocer que se viaja muy cómodo. Pude trabajar como una mañana cualquiera en mi asiento, con espacio suficiente e ir preparandome para lo que venía.
Revisando perfiles y pidiendo consejos
No era mi primera vez cubriendo un partido de fútbol, pero sí que era mi primera vez en un partido tan «grande». Por eso, para pedir consejos «logísticos» tuve el privilegio de poder preguntarles a profesionales de la talla de Miguel Morenatti, Carla Cortés o Pablo García que me ayudaron en todo lo que pudieron. Una vez más, no me canso de repetir lo agradecido que estoy de poder disfrutar de la cercanía de todos estos cracks.
Después de hacer todo este scouting, tenía una serie de fotografías del partido que quería conseguir sí o sí. Una foto del 11 incial, la celebración de los goles, una foto del equipo con la grada, la foto de la entrega del trofeo, la foto del capitán con el trofeo y la foto de Nico Williams (que no durará mucho en el Athletic) con la copa. A partir de ahí, fluir y disfrutar.
previa en sevilla
Aunque iba solo, todo el viaje venía acompañado de un sordo cosquilleo de emoción. Sin querer, mi cabeza imaginaba una victoria y una celebración que aun estaban lejanísimas. Ese cosquilleo, esa inquietud, se desbordó nada más poner un pie en Sevilla y empezar a ver la cantidad ingente de bilbaínos con bufandas, camisetas, gorros y banderas del Athletic. Llevaba un tiempo desconectado del fútbol, pero esa pasión tan jodidamente sana, me cargó las pilas y me dio más fuerzas para intentar conseguir el mejor material posible para el proyecto.
Si bien la primera tarde, quizás por el calor, la gente estaba más preocupada de buscar una sombra y una cerveza que de otra cosa, la mañana siguiente, la del partido, fue increíble. El ambiente, la emoción, las sonrisas… Pero sobre todo los sonidos. Los irrintzis precedían los himnos y los cánticos de ánimo al equipo eran constantes. Todo esto con un marco tan bonito como el centro de Sevilla. Un casco antiguo que se quedó pequeño para acoger a la «horda» pacífica de rojiblancos venidos de todos los rincones. Mexicanos, argentinos, extremeños, suizos.. ¡Qué barbaridad! Además, había gente vestida de sevillanas, desfiles e incluso pude disfrutar del pasillo humano que se abría al paso de los zanpantzar.
Me costó ser racional y volver a casa a comer y descansar antes del partido. Todo me parecía mágico, pero teniendo en cuenta que el partido era a las 22h y que podría alargarse, había que llegar a la noche con las pilas cargadas. Y suerte que me salió el señor cuadriculado que llevo dentro, porque iba a necesitar cada gramo de fuerza.
AQUELLA NOCHE MÁGICA EN LA CARTUJA
A eso de las 17:30h me encaminé hacia el estadio. Quise ir con mucho margen, para que la llegada fuera tranquila, pero todo se fue al garete cuando me tocó esperar prácticamente una hora al tren. Lo del transporte público en Sevilla, la verdad, que es para hacérselo mirar. Aun así, llegué 2 horas antes del inicio del partido, que era lo que me habían recomendado. Me quedé sin ver la Athletic Hiria, pero viendolo a toro pasado, esos 3 kms extra con la mochila muy cargada no me hubieran ayudado mucho. Recogí mi acreditación y entre por fin al escenario de la final.
Tras recoger mi peto, decidí ir contra el sentido común, que dice que te pongas donde ataca tu equipo, porque me daba la impresión de que empezaríamos perdiendo… Y, desgracidamente, acerté. En ese momento ya decidí que, aunque hubiera prorroga, no me movería de ese corner, así que, solo me quedaba sufrir allí, a ras de campo y rezar lo que supiese para que el Athletic marcara en la segunda parte y, al menos, empatara en la segunda parte.
Y lo hizo. Todo según el plan. El plan, sin embargo, no especificaba sufrir los 120 minutos y terminar en penaltis. Sin embargo, ese plan salió bien y pudimos celebrar, por fin, un título después de más de 40 años. Todo un privilegio haberlo disfrutado (y trabajado) a pie de cesped.
Y vaya que si lo celebramos. Sevilla fue el aperitivo. Bilbao se volvió completamente loca para celebrar la copa y sacar, por fin, la gabarra. Muchísimas horas de espera para ver, desde un lugar privilegiado, al barco de Frank Gerhy surcar la ria junto a traineras, remolcadores y… la gabarra..
Un viaje frenético, ilusionante, nervioso, agotador, eufórico, sentimental y maravilloso de unas semanas de enormes emociones y mucho trabajo. Un viaje que jamás soñé emprender y que he tenido la suerte de disfrutar desde el principio hasta el final, sentado en primera fila. Agotado, pero extremadamente contento de documentar un hecho histórico para la ciudad a través de mi cámara.